Por María Martínez Schalk
“Mi sueño es que todos los niños del mundo puedan ir a la escuela, porque ese es su derecho básico”.
Malala Yousafzai, una joven pakistaní de tan sólo 17 años, es conocida por su activismo a favor de los derechos civiles, especialmente de los derechos de las mujeres en el valle del río Swat, donde el régimen talibán ha prohibido la asistencia a la escuela de las niñas.
Después de haber sido víctima de un atentado por el TTP (una organización terrorista internacional, de origen pakistaní y asociada al movimiento talibán, que proclama el extremismo religioso islámico) mientras iba a casa en el autobús escolar, y haber recibido varios impactos de bala en el cuello y cráneo, siendo sometida a una operación quirúrgica, se dirige al mundo con un mensaje de paz, defendiendo principalmente el derecho de las niñas a la educación.
Yousafzai, ha recibido numerosos premios y reconocimientos, tales como: Premio Nacional por la Paz, Pakistán, Premio Simone Beauvoir, Francia, Premio Peter Gomes, de la Universidad de Harvard, Premio Nacional por la igualdad y la no discriminación del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, México. Y finalmente, el pasado 10 de Diciembre, Malala fue galardonada al Premio Nobel de la Paz, por su lucha contra la supresión de los niños y jóvenes y por el derecho de todos a la educación. Siendo así, históricamente, la ganadora más joven en obtener dicho premio. En su discurso afirmó “Creo firmemente que la paz mundial sólo se puede lograr a través de la lectura, el conocimiento y la educación.”
Se entregó conjuntamente con el Indio de sesenta años, Kailash Satyarthi, otro luchador incansable, que se ha dedicado por décadas a defender los derechos de los niños y jóvenes Indios y salvarlos de la esclavitud.
Malala invitó a Kailash a trabajar juntos por la paz. Ambos dos grandes ejemplos de compromiso social, justicia y conciencia.