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Opinión: La vergüenza de Ulises Bravo y su llegada a la audiencia “con un crucifijo”

FALTAN 11 DÍAS PARA LAS VOTACIONES

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Sin tocar la puerta como en otra ocasión —y sin presentarse siquiera—, la ganadora del tercer debate presidencial para Massive Caller, Xóchitl Gálvez, penetró a Palacio Nacional, con el señalamiento de la investigación estadounidense contra Mario Delgado, el dirigente nacional de MORENA camino a la destitución.

Tanto, que el presidente Andrés Manuel López Obrador se ocupó de la especie. «Pues que lo resuelva él», soltó.

Como una venganza personal, calificó Ulises Bravo, el gobernador de facto de Morelos —su hermano uterino Cuauhtémoc Blanco es su prestanombres—, la denuncia que interpuso en su contra la mamá de la hija de ambos, Liu León, de quien dijo va a demostrar quién es, pero no por qué tendría que vengarse.

A la audiencia de vinculación de proceso llegó él con las manos en los bolsillos y con un crucifijo al cuello.

La autodenominada candidata del cambio, Lucy Meza, dejó claro su compromiso con las mujeres y contra la violencia de género, en un boletín. Por cierto, Arlen Denisse Molina, víctima de agresiones físicas que supo Meza e intentó ocultar, fue directora de Enlace Político y Partidos de la Subsecretaría de Gobierno, a cargo de Ricardo Robledo.

 

 

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