El nombre de la pirámide de El Cerrito proviene de la identificación del sitio con su principal estructura, es un basamento piramidal de 30 metros de altura. Probablemente los habitantes chichimecas y otomíes del valle de Querétaro hacia fines del siglo XVI, hayan llamado al sitio San Francisco Anbanica (“templo alto” en otomí).
En algunas fotografías de principios de siglo XVIII (ubicadas en la fototeca del INAH), llevan como leyenda el nombre de “el Cerrito Pelón”.
Esta zona arqueológica se localiza a 7 km., de la ciudad de Querétaro, su ocupación fue continua desde el Preclásico Superior hasta el siglo XVII. Las estructuras arquitectónicas se construyeron en un espacio de suelos poco profundos con afloramientos rocosos, los cuales fueron aprovechados para la edificación de los basamentos y plataformas habitacionales.
Las evidencias arqueológicas sugieren que el sitio captó influencias de distintas culturas a lo largo del tiempo: Chupícuaro, Teotihuacán, Toltecas, Chichimecas, Purépechas y Otomíes. Aunque ya desde el Clásico Tardío El Cerrito era un lugar que incorporaba a su territorio otros asentamientos menores, es hacia el Posclásico Temprano que El Cerrito tiene su época de mayor importancia como centro regional vinculado con la expansión Tolteca. Posterior a esta etapa, el sitio mantuvo su importancia como lugar de culto entre las etnias locales (Otomíes, Purépechas y Chichimecas). Fuentes franciscanas señalan que hacia 1632 los indígenas continuaban ofrendando a las deidades prehispánicas en los altares del sitio. Cronología: 300 a. C. a siglo XVII. Ubicación cronológica principal: Posclásico, 900 a 1200 d. C.
Fuente: Inah