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Por: Lorena Alcalá

Es muy reciente la controvertida ley que prohíbe en México el uso de animales en los circos. Y digo controvertida porque aunque muchos estamos a favor de que se detuvieran los actos circenses en donde los animalitos eran sometidos a torturas inimaginables para hacerlos comportarse de una u otra manera, también es cierto que ha quedado patente que no se cerró bien la pinza y muchos de estos animales quedaron desprotegidos, en el abandono y a su suerte. Pero en fin, ésa es otra historia.

En esta ocasión, les hablaré del libro “Agua para elefantes”, de la escritora canadiense Sara Gruen. Si, es cierto que ya salió la película en 2011, con las actuaciones –bastante medianas- de Robert Pattinson y Reese Witherspoon.

Debo confesar que yo vi la película antes de leer el libro y fue el filme el que me llevó a buscar la edición impresa. La verdad, como suele suceder casi siempre, el texto supera enormemente a la versión hollywoodense.

El texto de Gruen es mucho más profundo; nos lleva de la mano por la tragedia de la vida como artista del circo y como animal de circo. Nos muestra las diferentes facetas del ser humano en donde no todo es blanco y negro, sino que hay diferentes tonalidades de grises, es decir, hasta los humanos más abyectos pueden ser capaces de los actos de generosidad más inesperados; y hasta los más cobardes pueden ser protagonistas de episodios increíbles de valentía.

Al contrario de lo edulcorada de la película de Pattinson y Witherspoon, el libro de Agua para elefantes en ocasiones nos golpea con la rudeza de la vida y quehacer de los artistas del circo de los años 30 en Estados Unidos. Nos encontramos con vidas que pendían de un hilo todo el tiempo, de acuerdo al ánimo y estatus económico de su patrón. Una buena noche podía dar de comer toda la semana, mientras que una mala noche podía incluso hacer que te mataran.

La novela Agua para elefantes ha vendido más de tres millones de ejemplares en todo el mundo y es posible entender por qué. El texto logra forjar una empatía tanto hacia los personajes humanos, como hacia los animales. Ambos nos conmueven; ambos nos estremecen en la crudeza de sus vidas, despojados de los oropeles y las luces con las que siempre asociamos (o asociábamos) a un circo.

Definitivamente, una novela para leer y disfrutar.

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