Por: Annia Vázquez
Una inmensa alegría y conmoción causó en los mexicanos la llegada del Papa Francisco a tierras aztecas. Una visita pastoral de cinco días, la séptima de un pontífice al país, con actividades oficiales y religiosas que llevó a cabo no solo en la Ciudad de México, sino también en los estados de Chiapas, Michoacán, México y Chihuahua.
Sin lugar a dudas, la visita de personajes internacionales a nuestro país ha sido desde siempre causa de innumerables reacciones: a favor, en contra y aparentemente neutrales; sin embargo, por alguna razón, la visita de un Papa es especial en muchos sentidos. Y no es para menos en un país en el que, de acuerdo con el INEGI, para 2010 el porcentaje de la población que se consideraba católica era del 89.3 por ciento; por ello, desde que fue investido como sucesor de San Pedro en marzo de 2013, Francisco, se refirió en diversas ocasiones a un posible viaje a territorio mexicano.
Una visita que en estos momentos cruciales tanto para el estado, como para la sociedad nos ha caído como un bálsamo impregnado de paz y esperanza y es que, si no es la esperanza lo que nos mueve en estos tiempos, nada podrá hacerlo. “Es posible que ustedes se pregunten: ¿Y qué pretende el Papa con este viaje?. La respuesta es sencilla: Ir como misionero de paz; encontrarme con ustedes para compartir una verdad: que Dios nos ama. Quiero estar lo más cerca posible de ustedes, pero de modo especial de todos aquellos que sufren, para abrazarlos y decirles que Jesús no los ha abandonado, siempre está a su lado”.
Una visita que viene a recordarnos que México es mucho más que sus males. Es un gran país, es un gran pueblo que ha sabido luchar con voluntad y carácter para enfrentar las difíciles condiciones a lo largo de su historia, que no se atemoriza ante las dificultades y que hoy más que nunca tiene que ponerse de pie y asumir tareas muy desafiantes.
Sin duda, un suceso esperanzador acogido en el corazón de miles de mexicanos que tienen confianza en que abundaran dones de gracia a raíz de este viaje apostólico en el que el Papa Francisco expresó sentir una inmensa alegría: “Siempre tuve un recuerdo muy especial en mi corazón por todos los mexicanos. Y para mí es un honor visitar esta bendita tierra tan querida de la Virgen María en la que converge un pueblo muy amado por Dios.
¡Gracias Papa Francisco por querer estar con nosotros!