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Por: Lorena Alcalá

En redes sociales, internet y en muchos medios de la comunicación se celebró el Día de la Mujer a lo grande, con letras rosas, flores y mensajes inspiradores. Pero, más que “celebrar” la ternura, grandeza o dedicación de las mujeres, el 8 de marzo debe ser un día de reflexión sobre la igualdad de los sexos y la lucha permanente que muchas mujeres han entablado a lo largo de la historia para conseguir que no se nos considere “el sexo débil”.

El Día Internacional de la Mujer se celebró por primera vez- un 19 de marzo de 1911- en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, con mítines a los que asistieron más de 1 millón de mujeres y hombres. Además del derecho de voto y de ocupar cargos públicos, exigieron el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.

El 25 de marzo de ese mismo año, más de 140 jóvenes trabajadoras perdieron la vida en un incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York. Este incidente puso de manifiesto las pésimas condiciones laborales en que vivían muchas mujeres, en especial las inmigrantes.

Durante la Primera Guerra Mundial, muchas mujeres decidieron realizar movimientos sociales alrededor del 8 de marzo como protesta contra el movimiento armado.

El 8 de marzo de 1975, las Naciones Unidas celebraron por primera vez el Día Internacional de la Mujer.

En 2011 se celebró el centenario de esta conmemoración y comenzó a operar la Entidad de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, conocida también como ONU Mujeres.

El tema del 2016 para la celebración del Día de la Mujer es “Por un planeta 50-50 en 2030: Demos el paso por una igualdad de género”. Entre los puntos más importantes de esta agenda de la Organización de las Naciones Unidas para conseguir un mundo más igualitario entre los sexos se encuentran el poner fin a todas las formas discriminatorias contra las mujeres y niñas del mundo; eliminar todas las formas de violencia, en el ámbito privado y público, incluidas la trata y la explotación sexual y laboral; y erradicar prácticas nocivas como el matrimonio infantil, precoz y forzado.

Como se puede apreciar, hay muchas metas por las que hay que trabajar para conseguir que este planeta sea un lugar mejor para todas las niñas y mujeres del mundo. Incluso es un trabajo que urge para nuestro país.

De acuerdo con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) para el 2010 había 8 millones más de mujeres trabajadoras sin seguridad social que hombres en esa misma circunstancia; 2.5 millones más de mujeres en pobreza que de hombres. De las mujeres mayores de 15 años, 7.6% es analfabeta. Y estos son sólo algunos datos que muestran la profunda brecha que existe entre ambos sexos a todos los niveles: social, laboral y hasta político.

Es por eso que decimos que el 8 de marzo no es una fecha para celebrar, sino para renovar esfuerzos con miras a, primero, visibilizar la problemática social que impera para las mujeres y después, a trabajar desde nuestras familias, desde nuestros centros de trabajo, desde nuestras trincheras para erradicar cualquier acto de discriminación y violencia hacia nosotras las mujeres. Es nuestra responsabilidad y de todos. Como argumenta una campaña británica, ¿Hombres y mujeres somos iguales? Luchemos hasta que ya no tengamos que hacer esa pregunta.

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