Por: Dr. Jorge Bárcenas Mejía
Los estilos de vida han cambiado. Las comodidades y satisfacciones de la vida diaria nos hacen más pasivos. Caminamos menos para trasladarlos de un lugar a otro. Las costumbres y cantidades alimenticias han provocado mucha obesidad. Gran parte de los trabajos citadinos son sedentarios y en los trabajos que demandan esfuerzo físico éste generalmente es repetitivo y sólo pone a funcionar alguna parte de nuestro cuerpo.
Estos cambios necesitan de un complemento que nos brinde autoestima, motivación y mejor función de nuestros órganos, que controle nuestro peso, mejore nuestro aspecto físico, retarde el envejecimiento y prevenga enfermedades. Esto nos lo proporciona el ejercicio. Por si fuera poco, el ejercicio también nos da huesos más fuertes, evita la hipertrofia muscular, nos hace más resistentes a las lesiones, más flexibles, nos proporciona equilibrio y seguridad en los movimientos, para cualquier edad y sexo.
Entonces, ¿por qué no hacemos ejercicio? ¿Cuál es nuestro pretexto? ¿Cómo anda nuestra escala de valores? ¿En qué lugar de ella ponemos nuestra salud?
Veamos el ejercicio como una inversión: si le dedicamos tiempo, quizá algo de dinero y un poco de esfuerzo, seremos más sanos, productivos, positivos y disfrutaremos más de la vida. Es obvio que los rendimientos son altos. En cambio, si no le invertimos al ejercicio, entonces debemos estar preparados para gastar en hospitales, consultas médicas, medicamentos, operaciones. ¿Qué preferimos? Si lo anterior te convence de las ventajas de hacer ejercicio, ahora toma en cuenta las siguientes recomendaciones generales con las que puedes planear tu propia estrategia.
¿Qué tipo de ejercicio debo realizar?
El que te guste y el que puedas. En este punto hay muchas variables por analizar. Primero, la economía: ¿para cuánto nos alcanza? No es necesario pagar un club o adquirir un centro de entrenamiento; bastan un par de tenis y ropa deportiva, porque lo más importante es el deseo de hacerlo. Segundo, el lugar: ¿me gusta hacer ejercicio dentro de mi casa o al aire libre?, ¿tengo un parque cerca?, ¿son seguras las calles? Tercero, la compañía: ¿me gusta hacerlo en grupo o individualmente? Cuarto, el tiempo: ¿de cuánto tiempo dispongo? Quinto, ¿qué capacidades físicas tengo en el momento?
Existen distintos ejercicios que aportan diferentes beneficios.Están las actividades que nos ayudan a tener una mejor función cardiorrespiratoria y circulatoria: caminata, trote, carrera, bicicleta, natación, baile y tenis son los más habituales.
Otros ejercicios nos proporcionan más equilibrio, balance y flexibilidad: yoga, Tai Chi, entre otros que involucran movilidad corporal. Otros nos ayudan al fortalecimiento y mantenimiento de la musculatura, como los ejercicio de repeticiones de movimientos de grupos musculares con algo de resistencia (pesas, bandas elásticas o el mismo cuerpo en lagartijas y abdominales).
Una mezcla de los tres grupos de ejercicios podría ser la adecuada, alternando su ejecución. Haz el ejercicio que más te satisfaga. No hay que obsesionarse con hacerlo todo. Es mejor algo sencillo y duradero que algo sofisticado que se abandone por aburrimiento.
Además de estas recomendaciones con las que podrás elegir mejor un ejercicio, hay otras consideraciones en torno a la forma adecuada para practicarlo. Sin embargo, por ahora quedarán para nuestro número siguiente de Vive Corregidora!